martes, 6 de noviembre de 2012

El Más o Menos y el Ahorita


México es un país de gente amable y solícita. En principio no existen ni el “no” ni el “después”, pues el primero se convierte en “más o menos”, y el segundo en “ahorita”. Con el peligro de interpretación que eso conlleva para una española como yo.

A la primera muchacha que me ayudaba en la casa yo le preguntaba –Oye Chuyita ¿Tú sabes cocinar comida mexicana?-

-Pos, más o menos Señora Rebe- Lo de Señora desde luego no es por mi gusto, es una costumbre de este país, que se ha incrustado de tal forma en sus gentes, que no se les saca ni con agua caliente y jabón.

Pues a lo que iba, que me distraigo. Ahí iba yo a comprar mis nopalitos, las patatas,
y el pollito, para que me los preparara en salsa verde, y Chuyita al ver el mandado me miraba de hito en hito sin saber qué hacer con aquellas cosas.

-Oye Chuyita, tú me dijiste que sabías cocinar ¿Verdad?-

Encogiéndose de hombros y escondiéndose debajo de la enorme visera de su gorra contestaba –Pppsss más o menos-

-Pues anda, por favor, guísalos en salsita verde- Y con toda la tranquilidad del mundo me iba a trabajar soñando con la hora del almuerzo. Pero como a menudo nos pasa en la vida, anticiparse a la felicidad, da más placer que la realidad misma, pues a llegar hambrienta a la casa, me encontraba los ingredientes en la encimera de la cocina llenos de moscas, y a Chuyita… ¿Y Chuyita? ¿Dónde está?... Desaparecida, de tanto encogerse sólo quedaba de ella le enorme gorra roja delante de los avíos crudos y secos de mi comida.

Después de interrogarla bajo un potente foco de los que se usan en los campos de fútbol, y de sacarle las palabras con un cucharón confesó –Pos yo le dije que más o menos señora- Se lamentaba la pobrecilla –Y usté no me indicó, y acá la ando esperando a que me platique cómo lo preparo-

Con el ahorita es una historia parecida, tengo miles de anécdotas con esta palabra, pero me voy a centrar en la más reciente. El domingo pasado se celebraba aquí en México el día del padre. La familia sigue siendo una institución muy importante en este país, por lo que festejan el día de la madre, del padre, del niño y de los abuelos. Esos días todo el pueblo sale a la calle a comer en tal o cual restaurante local, por lo que encontrar mesa en cualquier sitio es muy difícil. Nosotros, con bastante buen tino por cierto, optamos por uno llamado Mesón Don Pepe. Se come bien, pero debido a las malas relaciones del dueño con la gente local, basadas en la prepotencia y superioridad, casi siempre está vacío.

Nada más llegar nos informaron que ese día no habría menú, debido a la gran afluencia de público que se esperaba, sino bufete libre.

Eran las dos y media de la tarde, y con sólo un vistazo a mi alrededor, pude comprobar el fundamento de la preocupación de los camareros… unas diez mesas dentro del local, otras quince en la terraza… y sólo estábamos nosotros!!! Los abuelos paternos, mis niños, el padre y yo. Me acordé entonces del chiste del alacrán y me tragué las risas.

Siempre llevo preparada comida para los niños, a sabiendas de que el ahorita se puede dilatar eternamente. Mi suegra, mi suegro y mi marido pidieron tres tiempos, entiéndase: ensalada, y primer plato fuerte con guarnición. Yo en cambio opté por un corte de arrachera con ensalada.

-Es al carbón Señora- Me aclaró el orondo camarero que nos atendía.

-No hay problema, está bien-

En ese momento intervino mi suegra –Oiga joven, no espere tiempos y tráigalo todo a la misma vez-

-Está bien señora “ahorita” se los traigo- Y a mí me empezaron a temblar las piernas.

Llegaron las ensaladas, las pastas, los panes y las deliciosas salsistas picosas con las que se untan: rojas, verdes, amarillas… Llegaron las “papas” asadas, los chimichurris, las cervezas, los tequilas y mi michelada.

En el “inter” una camarera que tardó en abandonar el chupete por la complexión de su dentadura me preguntaba, mirando mi plato vacío en el que había empezado a acumularse el polvo

-¿Y a la Señora? ¿La traemos algo?-

-Pues mire, pedimos todos al mismo tiempo, pero no sé qué ha pasado con mi comida. Era una arrachera con ensalada- Contesté.

-Pues “ahorita” veo qué es lo que ha pasado y se lo ordeno, señora-

En ese momento me di la vuelta para comprobar, a través de la ventana, cómo crepitaban, aburridas, las llamas de la barbacoa esperando recibir ansiosa en su incandescente parrilla, la deliciosa carne que había pedido. Tiempo me dio también de observar lo acertado de la decisión de eliminar el menú a favor del bufete, pues en la terraza se agolpaban las mesas y las sillas desiertas.

-Mmmm esta pasta está deliciosa- Comentaba mi suegra.

-A la paella le falta sal- Puntualizaba mi marido.

-Este lechón está excelente- Aclaraba mi suegro.

-Ggrrrrr, grrrr- Hacían mis tripas.

Tres y media del reloj, y mi arrachera… desaparecida en combate. Como había barbacoa, parrilla, carbón y personal suficiente, supuse que lo que les faltaba era la vaca e imaginé cómo el camarero gordito la lazaba, mientras la de los dientes de piano le clavaba un punzón en la yugular con el objeto de desangrarla para su posterior despiece.

Mi marido me sacó de mi ensoñación, volviendo a llamar al camarero (que definitivamente no había lazado la vaca) para recordarle que yo, a pesar de ser delgada, no estaba a régimen, y que “todos” había ido allí a comer, y que yo, no estaba en calidad de observadora no participante, y que los ruidos de mis tripas le estaban molestando, pues no podía ver el partido que pasaba por la tele, ¡y que yo tenía mucha hambre! ¡Y que si no me traía la comida, a mí, su esposa, o sea yo, lo iba a tirar en lo alto de la parrilla y me lo iba a comer a él, entiéndase al camarero, metido en un enorme bolillo y embarrado de chile morita hasta las orejas!!!!!!!

Consternado, acongojado, nervioso y apesadumbrado, sólo alcanzó a contestar –¡Ahorita mismo se lo traigo!-

Y así fue cómo pude degustar una carne quemada por fuera en cuyo interior aún latía con fuerza el corazón sangrante de la vaca, y una deliciosa ensalada ¡Cubierta de burlonas e intimidantes aceitunas negras!!!!!!!


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