martes, 1 de julio de 2014

El Señor de las Moscas


Antes de llegar aquí me hice el firme propósito de no volver a escribir sobre insectos. Pero es inevitable, y lo voy a volver a hacer.
No había entrado aún en el rancho, cuando una intensa pestilencia saturó mi pituitaria.
-¿Qué es esto Ale?
Mi marido ni me mira, sigue con las manos en el volante y la vista fija en el trayecto por recorrer. Entonces contesta con un escueto -Mierda.

Evidentemente, pensé. No sólo tengo las fosas atascadas, sino que es tan grande la intensidad de los efluvios, tal la concentración de esas minúsculas partículas, que llegan a mis papilas y soy capaz de degustarlas. El asco me dobla, y miro al cielo pidiendo clemencia. Entonces lo veo en el cercano horizonte, en el rancho de enfrente, una enorme montaña oscura de casi diez metros de alto y quien sabe cuántos de ancho.
Estiro mi dedo cual ET y pregunto -¿Cuánta?
No es afirmación, es pregunta. Me interesa sabes qué cantidad de caca tengo a apenas un kilómetro de mi casa prestada.
Sin inmutarse, como si fuera la cosa más normal del mundo, contesta. -Veinte toneladas, gallinaza.
O lo que es lo mismo, veinte mil kilos de mierda de pollo, porque no huelen igual los depósitos de una vaca, que los de un caballo, que los de una gallina. Esta última evacua ácido, intenso, incisivo, doloroso. El hedor hace que mis ojos lagrimeen.
-¡Qué asco, por Dios! ¿Para qué la quieren?
-¿Pues para qué va a ser? Para abono.
-¿Y por qué no la esparcen y la entierran?
-Saaaabee.
Y eso fue todo. El hedor no conoce barreras, ni fronteras, ni entiende de propiedad privada. Se cuelga de tu ropa cuando está tendida, se mete en tu nariz para perturbar el descanso, contamina los sabores de los ricos platillos mexicanos, y entra en tus cajones, en tus armarios, en tu pelo, hasta que todo se camufla en el ambiente y huele a mierda.
Esperé a que la esparcieran, pero como el dueño de la mierda no vive aquí, ningún aroma aturdió sus horas, y no le llegaron las prisas que yo intentaba mandarle, y los días se sucedieron con el intimidante montón de caca mirándome desde la distancia.
Pedí que lloviera, para que de esa forma se llevara parte de la peste y poder dejar de respirar a través de nuestras camisetas. Pero la humedad y el calor produjeron el efecto contrario, y de ese gigante de excremento brotaron vaharadas de humo cáustico.
Imploré un milagro, pero no vino, en su lugar llegaron ellas.
Un ejército de Muscidaes oscureció el cielo nublando mis entendederas. Alguna que otra vez, en esta especie de diario de una ranchera en apuros, he hecho alguna reflexión sobre el tema, pero no es lo mismo, ahora estoy preocupada, asustada, acongojada, histérica.
¿Cuántas moscas tienes a tu alrededor? Muchas, seguro. Es verano y el que más y el que menos entiende que estos malditos dípteros se reproducen por millones y millones. Si por un momentos tus moscas se quedaran quietas... ¿Podrías contarlas? Quizás sería diez, o veinte, y si estás en un hermoso chiringuito comiendo sardinas pueden llegar hasta cuarenta, pero ahí radica la diferencia. Yo no puedo contarlas. Sólo para bautizar a las que se me caen dentro de la taza de café por las mañanas, se me queda corta la lista de los reyes godos. !Y no exagero!
Desde mi casa la vista es preciosa, insultante y maravillosa, pero sólo puedo disfrutarla a través de los barrotes. Le he dicho a Alejandro que creo que si me succionasen a la vez aquellas que puedo ver con mi corta vista de miope, serían capaces de levantarme en el vuelo. Mi marido no me cree, piensa que estoy un poco loca, pero no es cierto. Apenas termino de tender la ropa miles de estos insectos se cuelgan de ella para balancearse de mis prendas como si de columpios se tratara. Sufro, sufro mucho. Pero me he propuesto si no acabar, sí reducir considerablemente esta plaga de alimañas voladoras de patas untadas de... lógicamente de mierda, o ¿de dónde si no han salido estas tupidas nubes negras? Entonces me dispongo a documentarme, si conozco bien a mi enemigo sabré identificar sus puntos fuertes, y también los débiles, para buscar así el mejor modo de combatirlas. ¡Qué razón tenía aquel que dijo que la ignorancia era la felicidad!
Lo primero que me enseña Google,  es que La sociedad Española de Entomología las definió como el grupo de animales dominantes en la Tierra. Entonces guiño un ojo, aunque nadie me ve y comento en voz alta -¡Lo sabía! No son los chinos lo que se están armando para provocar una revolución silenciosa, son las moscas, esos artrópodos que se reproducen sin control entre mayo y septiembre. Pero no lo hacen de cualquier manera, para ellas el equivalente a un buen hospital privado de reputado prestigio, es un gran montón de mierda calentita. O lo que es lo mismo que el hospital más In o más picudo, se encuentra a un kilómetro escaso de donde estoy. Y a todo esto mi vecino que se sigue atrasando a la hora de esparcir y enterrar los apestosos depósitos. Se nota claramente que no les molesta, y que vive en un lugar donde las leyes a favor de la salubridad brillan por su ausencia.
La nube de moscas que tapa mi visión del horizonte, y la señal de Internet (estoy convencida) se vuelve cada vez más y más densa. De repente, comprendo que por muy grave que sea la plaga, no puede durar mucho, pues sólo viven 24 horas, o no? Pues no, la media de vida de una alimaña de esa especie es de entre 15 y 25 días, pero pueden llegar hasta los cuarenta si las condiciones son favorables, entiéndase: mucha caca, calor y humedad. Cada uno de esos dípteros come caca, con las patas enterradas en heces, nos acompañará allá donde vayamos durante un mes completo.
-NOOOO. Grito con todas mis fuerzas sin saber que aun me quedaba por conocer lo peor.
Durante su etapa adulta una asquerosa mamá mosca puede poner huevos de seis a siete veces, y cada vez que lo hace, tiene entre 75 y 100 descendientes. O sea, cada bicho al morir deja una plebe de 600 pesadillas disputándose la herencia.
Querido señor dueño de la caca,
¿No cree usted conveniente enterrarla de una vez antes de que provoque algún incidente mayor? Estamos hablando de que en un mes, que es más o menos lo que se está tardando, la población de moscas de la zona se va a incrementar en más de seis ceros. ¡Es un crecimiento exponencial! ¿Nunca ha oído la fábula del heno y el oro?
Que sí, que yo entiendo que eliminan los gases nocivos provenientes de la descomposición en un 75% de media, que polinizan muchas especies, que sirven de alimentos de otros animales, que sirvieron a científicos como Mendel para elaborar su teoría genética (ya saben: mosca de ojos verdes con mosca de ojos marrones, mosquita marrón que para eso es gen dominante) ... pero ¡Está usted saturando la cadena alimenticia! ¡Va a provocar un caos medioambiental!
Volviendo a la anterior pregunta ¿Habéis contado las moscas que tenéis a vuestro alrededor? Según la mentada Asociación, se estima que por cada persona que habita el planeta hay, nada más y nada menos que 200.000.000 ARTRÓPODOS!!!!!!!!!!! Si una Muscidae doméstica pesa una media de 0,02 gramos, eso significa que en un kilo hay 50.000 ejemplares (eso también lo he buscado en la red). Entonces, a cada uno de nosotros le corresponde... le quito los cuatro ceros... 20.000 entre cinco.... no puede ser!!! Imposible!!! CUATRO MIL KILOS!!! Cuatro toneladas de artrópodos que son en su mayoría moscas!!! Y yo sólo peso... Socorro!!! ¿Cuántas estás viendo? Porque yo, neta del planeta, te lo juro por Arturo, que tengo las que me corresponden a mi alrededor! Hay que hacer algo y rápido, como por ejemplo.... MATARLAS.
He probado todos los remedios habidos y por haber, todos los insecticidas de super, los de las moscas y los de los alacranes, porque, digo yo, si mata bichos más grandes que no harán con los pequeños, pero nada. Lo he intentado con remedios industriales tipo plagafit y sus secuaces, he puesto en práctica estrategias caseras como lo de las bolsas de agua, el limón con clavos y la citronela. Mi zapatilla diariamente, acumula restos de ADN de al menos 30 ejemplares, pero ellas en 24 horas han puesto 100 huevos!!!
Poco a poco las cosas han vuelto a su cauce, llueve con intensidad, cosa que ayuda en mi quimera, el señor de la caca por fin la enterró y... apareció mi héroe de este año.
Yo ya no creo en hombres musculados vestidos de azul y rojo. Son poco prácticos, seamos sinceros ¿Cuándo vamos a sufrir los ataques de un  transformador terrafórmico, o de Lagartijo, o de Lucky? ¿Son esos peligros reales? No, lo que de verdad hace que me tiemblen las rodillas son las plagas que asolan este dichoso sitio: mayates, ranas, ratones, moscas... Cualquier hombre que me ayude a escapar de esos peligros, por muy enterrada que tenga la musculatura dentro de su anatomía, es mi héroe.
El otro día vino mi suegro con una botellita azul.
-Rebe, mi compadre Rafa me trajo este remedio para las mentadas moscas.
Lo miré con cara de escéptica, pensando que ni la bomba de Hiroshima acabaría con ellas
-Dice que es naturalito, lo prepara él mismo, y que tiene efectos residuales. Pruébalo.
-Gracias Pepe.
Triste y abrumada me dispuse a probarlo. Abrí la botellita para aspirar la milagrosa fórmula.
-Otra vez pinol- dije en voz alta.
Últimamente todo lo que me venden con efectos mágicos huele a pinol. No perdía nada por intentarlo, y aunque ya era tarde, lo rocié por el lavadero y la terraza, resignada, desgastada y desesperanzada.
A la mañana siguiente cuando me dirijo somnolienta arrastrando el bombo de la ropa sucia para lavar hasta la parte de atrás, vi como se había obrado el prodigio. La lavadora, la mesa, la estantería, el suelo, todo aparecía tapizado de incontables lunaritos negros. Acerqué mi nariz al suelo para observar con detalle.
-Moscas, y ¡Muertas!
Esas polífagas, de preferencias coprófagas, y por necesidad caníbales, yacían con sus patas hacia arriba, tiesas. Delimité un perímetro de 20 por 20 centímetros cuadrados y las conté: 43 cadáveres. Es decir que si el lavadero tiene unos 20 metros cuadrados, que son unos 200.000 centímetros cu... dividido... multiplicado por 43 alimañas... hacen un total de... ¡21.500 unidades de dípteros nacidos de la caca!!
Don Rafa, ¡Es usted un héroe! Pero de los de verdad. No me importa que su receta esté llena de isotopos radioactivos (que no es el caso), ni de que su fórmula sea más secreta que la de la coca cola. Nada más le pido una cosa: que no me falte.
Gracias por su aportación a la ciencia de lo cotidiano, se ha convertido por méritos propios en un súper hombre, en el señor de las moscas.
Nunca acabaré con los cuatro mil kilos que me tocan, pero lo intentaré, ya tengo el arma de destrucción masiva de las Muscidaes domésticas. Si alguien tiene este problema y desea ponerle solución, ya lo saben, de referencia tienen El Cajón.

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