Estimada Verónica,
No tengo el gusto de conocerla personalmente, pero he sabido
de usted gracias a algunas de las madres de los alumnos de la escuela en la que
ejerce su profesión, y no he tenido más remedio que dirigirle una líneas.
Espero que le resulten de alguna utilidad.
Un paisano mío, que derrocha sabiduría popular y sentido
común, dice que las profesiones más vocacionales del mundo son: la medicina, la
docencia y la política. Las tres tienen como principales objetivos el servicio
público, el hacer algo por los demás, el atender al prójimo, así sea en sus
carencias físicas, culturales o de infraestructura y recursos. Creo que estará
de acuerdo conmigo en que, tanto en su país como en el mío, la política está
desvirtuada, corrompida por hombres sedientos de poder y posición, cuya única
misión en el cargo parece ser exprimirlo y alargarlo en el tiempo. Se nos cae
uno de los principales pilares de la sociedad, ni modo. La clase política ha
pasado a ser la menos fiable de las clases, y aún así ciudadanos y ciudadanas
de bien, nos vemos obligados a ejercer el derecho y el deber del voto, cruzando
los dedos, conocedores de que la única capacidad de elección está en qué color
debe tener el grupo ejecutivo que queremos que nos estafe. Triste realidad la
nuestra.
No sé si el poder corrompe a los hombres, o son estos los que
corrompen el poder, pero me parece una discusión muy semejante a la de ¿Qué fue
antes la gallina o el huevo? Nuestras democracias, Señora mía, no son más que
enormes prostíbulos, en los que el acceso a los bienes y los recursos se
negocian, en ciegos y enormes lobbies que han perdido cualquier contacto con la
realidad que nos rodea. Pero no seamos pesimistas, aún nos queda la medicina y
la educación.
No pasa ni un sólo día sin que alguien cercano a nosotros
haya disfrutado de una grata experiencia con los profesionales de la sanidad.
El otro día fui testigo de un nuevo milagro: la vida, la de Inés en mi caso,
pero ¿Cuántas criaturas llegan diariamente al mundo bajo la firme guía de los
profesionales de la medicina? No tengo palabras para expresar mi admiración por
este colectivo, cuando la disfunción, la enfermedad, o incluso la muerte nos
acechan, ponen toda su sapiencia y su buen hacer al servicio de la vida.
No obstante, y a pesar de todo lo dicho anteriormente, si hay
un colectivo que me toca la fibra sensible, que me pone los pelos de punta y al
que por muchas cartas individualizadas o colectivas que escriba, jamás terminaré
de expresar mi agradecimiento, es a los maestros. Por mi vida, al igual que por
la suya han pasado numerosas personas, pero sólo algunas me han dejado huella,
me han enseñado, no sólo lecciones de matemáticas o lenguas sino lecciones de
vida. Si hago un ejercicio de memoria, elimino a la familia y a los amigos,
descubro con gratitud y sorpresa que casi todas han sido o son maestros.
Recuerdo a Isabel de infantil, a Manolo de primaria, a Felipe, profesor de
filosofía enseñándome a descubrir que la realidad no es una, ni viene dada sino
que es nuestra propia creación. Recuerdo a Antonia. Nunca nadie me contó
cuentos tan apasionantes, sólo que ella me hablaba de la revolución francesa,
de la edad moderna y del papel de las mujeres, tantas veces olvidadas, en la
historia de la humanidad. A Karen que guió mis inquietudes feministas por un
camino práctico, de construcción de significados, de replanteamientos de
discursos ya dados. A Sánchez Barranco, a Carmen de psicopatología y a tantos y
tantos otros que llenaron mi cabeza de respuestas y nuevas preguntas a partes
iguales. Pero no la mareo más contándole mi vida ¿Sabe usted lo que es un
maestro?
Según la siempre objetiva Real Academia de la Lengua Española
se dice de una persona o una obra de mérito relevante. ¿Podría aplicarse el
calificativo?
Soy mamá, igual que usted, y para mis hijos no hay nadie más
guapa, más trabajadora, más fuerte, más divertida, y mejor que yo. Así son
ellos, mamacéntricos, sus mundos giran alrededor de nosotras, las cosas no son
agradables o desagradables, son como se las mostramos a ellos. Pero para mis
dos hijos yo no soy la más lista, ni siquiera lo es su padre. Para Alejandro es
su “seño” María José, y para Marco, su “seño” Lourdes. ¿Se da usted cuenta de
la gravedad de la comparación? Yo, que he dedicado cada minuto de sus vidas a
guiarlos y enseñarlos, he sido cruelmente desbancada por dos desconocidas. Pero
¿Qué han hecho ellas que no haya hecho yo? Se lo voy a contar. Ellas pensaron
que las mentes de mis hijos y las de su compañeritos, no podían limitarse a
pegar bolas de papel de colores en una hoja. Ellas pensaron que el desarrollo
de la psicomotricidad fina era muy importante, pero que lo era aún más
desarrollar el gusto por el conocimiento, ya sabe, el objetivo máximo de la educación:
aprender a aprender. Ellas dieron respuestas de adultos a preguntas de adultos,
aunque fueran realizadas por niños de 4 años. Ellas les enseñaron, los grandes
artistas de la pintura, las etapas de la prehistoria, la edad media, los
bomberos, los monstruos, y resolvieron sus dudas cuando las tenía, y se
agacharon para atenderlos cuando los niños querían ser escuchados. Pero también
aprendieron otra cosa: mis hijos aprendieron el respeto ¿Sabe usted cómo se lo
enseñaron? Pues se lo digo, con el ejemplo. Ya sabe usted que la palabra educa,
pero que el ejemplo arrastra.
¿Qué hubieran aprendido mis hijos si cuando se portaban mal
los hubieran puesto a fregar el cuarto de baño? ¿Qué aprenderían los suyos si
eso lo hiciera su maestra? Se lo digo: odio, rencor, humillación, dominación,
todas ellas sin duda actitudes muy constructivas ¿No cree?¿Le parece razonable
que niños de cinco, seis, siete o incluso más años limpien los restos de
orines? ¿No es eso abusivo? Yo lo denuncio.
En la primera reunión que se hace a principio de curso, a las
mamás y papás que asistimos se nos informó debidamente de los objetivos
educativos para ese año escolar, así como de los métodos pedagógicos que se
iban a poner en marcha. También se nos dijo que se realizarían una serie de colectas,
y de recogidas de alimentos destinadas a diversos colectivos mucho más
necesitados que nuestros hijos. Por lo que he sabido, es práctica habitual
también en México. Mis amigas de aquí me comentan cómo en las escuelas, con
motivo de celebraciones religiosas se reparten rifas entre las mamás con alguna
noble función, que por supuesto SIEMPRE, repito SIEMPRE, conocen. ¿Saben las
madres de sus alumnos a qué destina usted el dinero de las rifas? Sé que se lo
han preguntado en más de una ocasión ¿Les ha contestado, o su prepotencia como
Señora leída e instruida que se cree que es, y dueña de un cortijo particular
llamado escuela pública se lo ha impedido?
Pero en la primera reunión usted informó de algo más ¿Verdad?
Había que traerla y llevarla desde su casa a la escuela o en su defecto pagar
el importe del autobús o camión si querían que usted cumpliera con su deber. El
segmento de la población con el que trabaja es muy humilde, apenas tiene
recursos, a menudo los niños van a la escuela con ropa usada, remendada y
vieja, pero aún así usted ocupa la lana para venir a hacer su trabajo, necesita
ese dinero. ¿Viene reflejada esa información en su contrato de trabajo, en el
convenio colectivo de referencia o en el estatuto de los trabajadores? Porque
si no es así estaríamos hablando de extorsión, mordida, corrupción, abuso de
poder, etc.
Lo peor del caso, Señora mía, es que esta aportación no era
voluntaria, sino que tuvo la desfachatez de supeditar los resultados académicos
de los niños a la opacidad de las rifas y la claridad del soborno ¡Qué triste
que se quiera hacer llamar maestra!
Pero nada importa si vemos que nuestros hijos van al colegio
contentos y regresan llenos de conocimientos, deseosos de volver al día
siguiente ¿Es este su caso? Entre los objetivos académicos creo saber que tiene
también la alfabetización informática, o lo que es lo mismo, acercar al
alumnado al uso de las nuevas tecnologías. ¿Lo hace? ¿O la que se acerca a este
uso tan peligrosamente que parece estar abandonando sus funciones como docente
es usted? Ya sabe cómo son los niños, transparentes, y todo lo cuentan. Les
pone tareas que el alumnado tiene que leer en un libro, resolver con el libro y
corregir con el libro, mientras se dedica a alimentar sus redes sociales con el
ordenador ¡Qué barbaridad! No deja de sorprenderme el ejemplo al que arrastra a
su grupo clase. Pero cuenta con el amparo de la falta de recursos de las
madres, no saben dónde dirigirse, ni con quién tienen que hablar, y lo que es
peor: tienen miedo de que tome represalias más duras y les expulse a sus hijos
de la escuela. ¡Qué satisfacción la suya, tanto poder para una maestrucha de
tres al cuarto!
Definitivamente la palabra maestra le queda muy grande,
enorme, diría yo, pero tengo un par de ellas que le vienen como anillo al dedo:
Corrupta: Que se deja o se ha dejado sobornar, pervertir o
viciar.
Extorsionista: Persona que amenaza de pública difamación o
daño que se hace contra alguien con el fin de obtener dinero u otro provecho.
Que presiona, mediante amenazas, sobre alguien para obligarle a obrar en
determinado sentido.
Maltratadora: Dícese de la persona que trata mal a alguien de
palabra o de obra, que menoscaba, que echa a perder.
¿Cree que encaja en alguna definición? Si no es así, no se
preocupe, la Real Academia Española de la lengua ofrece un sinfín de sinónimos
con los que se sentirá cómoda.
Para ser maestro hace falta, conocimiento, vocación,
tolerancia, respeto, don de palabra, humanidad, saber transmitir, pero también
escuchar, descubrir cuál es la estrategia de aprendizaje de cada uno de
nuestros alumnos, pero también tener disposición para aprender, pues los niños
también nos enseñan cada día. Son nobles, sencillos, maleables, afectuosos,
empáticos... podría usted aprender mucho de ellos.
Nuestra alegría: que se va de la escuelita. Nuestra tristeza:
que derrochará usted necedad, prepotencia y soberbia con otros niños.
Pero errar es de humanos, y rectificar de sabios, así que
Señora mía, nunca es tarde para hacerse merecedora de su título. Mire a su
alrededor, encontrará verdaderas perlas de la enseñanza a las que seguir con el
ejemplo. Afortunadamente usted es la excepción, no la norma.
Desde aquí mis más sinceras enhorabuenas a todos aquellos
maestras y maestras que se dedican a la enseñanza con el corazón y la cabeza.
Sois el motor de las nuevas generaciones, muchas felicidades por una excelente
labor docente a: Mª José Romero, Lourdes, Elisa Ruz, Inma, Mª José Casín, Toñi,
Carolina, Maribel, Ana Laura, Mª Carmen Benítez, Silvia, Gloria, Paulina, Pascual,
Daniel Holgado, Juan Pedro... y a todos aquellos compañeros que no nombro, pero
que tampoco olvido. Gracias.