Tenía razón Molotov
cuando decía que la Policía
lo estaba extorsionando. Para mí, que vivo al otro lado del charco, en un país
al borde de la intervención financiera, me resulta bastante increíble, e
incluso propio del más negro de los suspenses, que la policía te extorsione.
Desgraciadamente me tengo
que rendir a la evidencia
, y aquí, las fuerzas de la ley, destinadas a proteger nuestra integridad física y moral, y a garantizar una convivencia pacífica y armoniosa, saca el dinero de la cartera del ciudadano y se lo queda, sí o sí.
, y aquí, las fuerzas de la ley, destinadas a proteger nuestra integridad física y moral, y a garantizar una convivencia pacífica y armoniosa, saca el dinero de la cartera del ciudadano y se lo queda, sí o sí.
He oído muchas veces de
boca de algún amigo o conocido, que habiendo dado positivo en alguna rutinaria
prueba de alcoholemia, ofrecieron unos pesitos al oficial de turno, para
librarse de tan desagradable procedimiento. Entonces, desde el simplismo de mi
pensamiento habitual, me indigno y le digo a mi marido.
-Ustedes tenéis la culpa
de que este pueblo esté corrupto, con vuestras mordidas alimentáis a las ratas
que transmiten la peste de la corrupción en México- Pero… ¡Qué necia soy! ¡Como
si las cosas fueran así de sencillas!
Unas semanas antes de
regresar a este hermoso lugar me llama mi marido. -Chica, te tengo que contar
una cosa-
-Dispara-
-¿Te acuerdas de Fulano?-
-Claro que sí ¿Qué pasa
con él?-
-El otro día lo invitaron
a una fiesta, y viendo que no llegaban lo llamaron por teléfono y… ¿Qué crees?-
-No sé, chico. Dime tú-
-Lo agarró la policía en
un control de alcoholemia. Como venía de una fiesta estaba algo más que
contento, y casi aprueba en la puntuación del test. Entonces la chota le
sugiere mordida, y Fulano, muy digno, dice que zafa, que le pongan la multa que
le tengan que poner, que él no colabora con la corrupción del sistema-
-Así me gusta. Olé sus
huevos- Contesto emocionada por la valentía.
-Espera chiquitina.
Entonces los oficiales lo doblan a purititos madrazos, y le quitan toda la lana
que llevaba encima. Como no era suficiente, lo vuelven a patear, y a punta de
pistola lo llevan a un cajero para que saque el máximo disponible diario. Con
tan mala suerte que estaba cerrado con candado, así que vuelven a golpearlo, y
lo dejan tirado, ensangrentado, en medio de la calle-
-Jo…………..rrrrrrrrrr-
Oye, que Fulano no es el
vecino, del primo, del compañero de la universidad de mi esposo. Que Fulano es
mi amigo, que hemos estado disfrutando de agradables conversaciones alrededor
de una buena botella de vino tanto en España como en México. ¿Qué onda con la
chi….. chota? ¿Por qué no se decida a cosas más productivas?
En México, la
distancia por carretera se puede medir con unidades muy especiales. Por
ejemplo, si alguien me pregunta a qué distancia está Lagos de Moreno, de León,
yo puedo responder – A 80 cubiertas reventadas y ocho perros muertos- Porque
es algo curioso, pero he realizado un estudio improvisado, y he descubierto que
aproximadamente cada quinientos metros hay una rueda reventada, y cada cinco kilómetros, el
cadáver de algún animal en medio de la carretera poniendo en peligro la vida de
los conductores. ¿Por qué la policía no se dedica a recoger ruedas y levantar
cadáveres para que todos viajemos más seguros y podamos medir las distancias en
simples kilómetros?
Todo lo que me cuentan me
parece superfuerte, pero nada como vivir el chutazo de asombro en la vena
propia.
No hace mucho que llegué
de España, y después de pasar unos días de visita en casa de mi suegra, nos
dispusimos a viajar a Lagos de Moreno. Yo tengo un Nissan Micra verde claro
metalizado, con un enorme bollo sobre la rueda trasera izquierda, pero los coches
de mi suegro, que usa mi marido, son sustancialmente más lujosos y caros. Nunca
me había planteado que eso fuera un problema, pero la verdad es que sí, pues
cada vez que viajamos a Lagos, nos para el ejército para comprobar que mi
marido no es familia del Chapo Guzmán, que yo no soy la reina del Sur, y que
mis hijos no son enanos mulas disfrazados de inocentes criaturas. Nos revisan,
algunas veces nos bajan a mi marido y a mí para hacernos preguntas por separado
y comprobar que las versiones coinciden, y nos dejan seguir a nuestro destino.
El otro día todo fue
distinto. Allá que íbamos nosotros, en la Honda de mi suegro, con maletas hasta las orejas,
cargadas de los enseres necesarios para nuestra estancia y un contrabando de
jamón serrano no descubierto por los astutos ojos del personal de aduana. De
pronto, un policía de color chocolate, brillante por el sudor, con cara de no
haber superado el corte mínimo en los test de inteligencia, y una pistolita
propia de Buzz Light Year en la mano, nos da el alto. Procedemos a orillarnos y
antes de que nos alcanzara, le digo a mi marido:
-Creo que estabas a punto
de sacar el pie por delante del coche, guapo-
-¿Tan rápido iba?-
-Ahora verás- Y me vuelvo
para advertir a los míos –Niños, calladitos que viene la policía.
-No chica –Concluye- Es
por el coche.
Dicho y hecho, el
brillante oficial, asombrado por el espécimen en el que íbamos montado, asoma
su sudorosa cara de menso por la ventana de mi lado y le pide a mi marido la
documentación. Una vez comprobada, nos enseña unos dientes tostados y
manchorreados por el sarro del agua que bebe, en una proto sonrisa, e inicia su
estrategia.
-¿A qué velocidad cree
que iba joven?-
-No sé oficial, calculo
que a unos 100 km
por hora- Contesta mi marido sin darse cuenta de que un poco más adelante, hay
un cartel que indica que la velocidad máxima permitida es de 80.
-Correcto, mire- Y enseña
una especie de pistola láser parecida a la que sale en Toy Story. Marcaba
redondita la cifra de 100. –No se si sabrá que la velocidad máxima de esta vía
es de 80, más diez kilómetros de cortesía, aún se pasa en otros diez. No voy a
tener más remedio que multarlo-
En un cubículo que hay
entre los asientos un despistado billete de 50 pesos estaba tratando de
hipnotizar al oficial.
-Pero… no hago más que
acomodarme a la velocidad del tránsito, oficial. Mire no más, esos traileres
van con mucho a una velocidad superior a la mía. Écheles el láser a ver-
Obediente, el aceitoso
policía disparó, para comprobar, que efectivamente, superaban los 90 km hora de cortesía.
-A ver- Continuó mi marido
–Párelos también a ellos.
-No puedo- Contestaron
los sucios dientes del personaje –Ahorita estoy con usted. Por cierto, ¿A qué
se dedica?-
Mordiéndose la mandíbula
del coraje que le estaba entrando contestó –Soy agricultor-
El poli no abrió la boca,
pero lo miró de arriba abajo, sin dejar de sentirse atraído por el encarnado
billete, pensó – Sí güey ¿Y que siembra? ¿Orito o mota?-
Aburrido de la
conversación de besugos, mi esposo, igual que mi amigo Fulano, decide ponerle
fin. –Está bien, oficial. Póngame la multa y déjeme marchar-
A la bola de manteca de
puerco vestida de azul, se le ensombreció el rostro –Nooooooooooooo- Pensó.
-¡Error! ¡Este tipo no tiene ninguna intención de sobornarme!-
Pero, aunque de la
defensa de los derechos civiles, de la ética y la profesionalidad en el
trabajo, no hubiera aprendido nada en sus años de “servicio a la comunidad”
(que tiene guasa), una cosa si sabía el oficial tocinero.
-Está bien joven,
entonces me voy a tener que quedar con su licencia de conducir, e inmovilizarle
el coche- No añadió más, pero pensó que “pa huevotes, los suyos”.
-¿Pero cómo? Sólo he
cometido una falta, no un delito. Usted no puede retirarme la licencia-
-Sí que puedo –Contestó
infantil- Se la retiro, y mañana, cuando se compruebe que es falta, (porque su
capacidad de entendimiento se resumía a las palabras ”esa lana es mía”) pasa
usted a retirarla a la comisaría de Corruptolandia. O….- Se limpió la baba
blanquinosa de la comisura de los labios y continuó- ¿Cómo se le ocurre que
podamos arreglarlo, joven?- Dijo mirando descaradamente a los pesitos mágicos.
-Está bien- Dijo mi
marido con un enfado nada disimulado. Agarró el billete y se lo dio.
-Gracias joven. Conduzca
con cuidado.-
¡Y no se le cayó la cara
de vergüenza! ¡Y lo hizo en toda mi cara de incredulidad! ¡Y seguro que no
fuimos ni los primeros ni los últimos de ese día! ¡Socorrooo! ¡Llamen a la
policía que un oficial nos está asaltando!
La dura y cruda realidad
me golpeó tan fuerte que me dejó dolor de cabeza para todo el día. Es cierto,
la población mexicana no miente: la pasma, la chota, los maderos dan miedo. Se
apostan en las cercanías de los lugares en los que se va a llevar a cabo un
secuestro, para evitar que nadie se acerque a la escena, facilitando así el
trabajo a los delincuentes. Son cómplices de extorsiones a empresarios en zonas
de conflicto, silencian su boca y se muestran ineptos si comparten parte del
botín. Ayudan a pasar drogas entre las poblaciones y por la frontera,
colaborando de esta forma con organizaciones criminales. Sólo persiguen a ladrones
y criminales si se les da su buena lanita, porque de otra forma, están
demasiado ocupados exigiendo la mordida a los conductores como para dedicarse a
nada.
Desde aquí mi enhorabuena
a todos aquellos profesionales de la ley que cumplen con el digno objetivo de
su trabajo, porque la verdad, es que entre tanta mierda, es difícil no salir
pringado.
Bueno, bueno, bueno...
ResponderEliminarBueno.
¿Resuelto? Pues ya está, ya pagará su deuda ese señor.
Dicen que allá donde fueres, haz lo que vieres.
Y tú quieres que vaya yo?????
ResponderEliminarMaríajo (mamá de Daniel Casín)