sábado, 8 de diciembre de 2012

La Policía me Está Extorsionando


Tenía razón Molotov cuando decía que la Policía lo estaba extorsionando. Para mí, que vivo al otro lado del charco, en un país al borde de la intervención financiera, me resulta bastante increíble, e incluso propio del más negro de los suspenses, que la policía te extorsione.

Desgraciadamente me tengo que rendir a la evidencia
, y aquí, las fuerzas de la ley, destinadas a proteger nuestra integridad física y moral, y a garantizar una convivencia pacífica y armoniosa, saca el dinero de la cartera del ciudadano y se lo queda, sí o sí.

He oído muchas veces de boca de algún amigo o conocido, que habiendo dado positivo en alguna rutinaria prueba de alcoholemia, ofrecieron unos pesitos al oficial de turno, para librarse de tan desagradable procedimiento. Entonces, desde el simplismo de mi pensamiento habitual, me indigno y le digo a mi marido.

-Ustedes tenéis la culpa de que este pueblo esté corrupto, con vuestras mordidas alimentáis a las ratas que transmiten la peste de la corrupción en México- Pero… ¡Qué necia soy! ¡Como si las cosas fueran así de sencillas!

Unas semanas antes de regresar a este hermoso lugar me llama mi marido. -Chica, te tengo que contar una cosa-

-Dispara-

-¿Te acuerdas de Fulano?-

-Claro que sí ¿Qué pasa con él?-

-El otro día lo invitaron a una fiesta, y viendo que no llegaban lo llamaron por teléfono y… ¿Qué crees?-

-No sé, chico. Dime tú-

-Lo agarró la policía en un control de alcoholemia. Como venía de una fiesta estaba algo más que contento, y casi aprueba en la puntuación del test. Entonces la chota le sugiere mordida, y Fulano, muy digno, dice que zafa, que le pongan la multa que le tengan que poner, que él no colabora con la corrupción del sistema-

-Así me gusta. Olé sus huevos- Contesto emocionada por la valentía.

-Espera chiquitina. Entonces los oficiales lo doblan a purititos madrazos, y le quitan toda la lana que llevaba encima. Como no era suficiente, lo vuelven a patear, y a punta de pistola lo llevan a un cajero para que saque el máximo disponible diario. Con tan mala suerte que estaba cerrado con candado, así que vuelven a golpearlo, y lo dejan tirado, ensangrentado, en medio de la calle-

-Jo…………..rrrrrrrrrr-

Oye, que Fulano no es el vecino, del primo, del compañero de la universidad de mi esposo. Que Fulano es mi amigo, que hemos estado disfrutando de agradables conversaciones alrededor de una buena botella de vino tanto en España como en México. ¿Qué onda con la chi….. chota? ¿Por qué no se decida a cosas más productivas?

En México, la distancia por carretera se puede medir con unidades muy especiales. Por ejemplo, si alguien me pregunta a qué distancia está Lagos de Moreno, de León, yo puedo responder – A 80 cubiertas reventadas y ocho perros muertos- Porque es algo curioso, pero he realizado un estudio improvisado, y he descubierto que aproximadamente cada quinientos metros hay una rueda reventada, y cada cinco kilómetros, el cadáver de algún animal en medio de la carretera poniendo en peligro la vida de los conductores. ¿Por qué la policía no se dedica a recoger ruedas y levantar cadáveres para que todos viajemos más seguros y podamos medir las distancias en simples kilómetros?

Todo lo que me cuentan me parece superfuerte, pero nada como vivir el chutazo de asombro en la vena propia.

No hace mucho que llegué de España, y después de pasar unos días de visita en casa de mi suegra, nos dispusimos a viajar a Lagos de Moreno. Yo tengo un Nissan Micra verde claro metalizado, con un enorme bollo sobre la rueda trasera izquierda, pero los coches de mi suegro, que usa mi marido, son sustancialmente más lujosos y caros. Nunca me había planteado que eso fuera un problema, pero la verdad es que sí, pues cada vez que viajamos a Lagos, nos para el ejército para comprobar que mi marido no es familia del Chapo Guzmán, que yo no soy la reina del Sur, y que mis hijos no son enanos mulas disfrazados de inocentes criaturas. Nos revisan, algunas veces nos bajan a mi marido y a mí para hacernos preguntas por separado y comprobar que las versiones coinciden, y nos dejan seguir a nuestro destino.

El otro día todo fue distinto. Allá que íbamos nosotros, en la Honda de mi suegro, con maletas hasta las orejas, cargadas de los enseres necesarios para nuestra estancia y un contrabando de jamón serrano no descubierto por los astutos ojos del personal de aduana. De pronto, un policía de color chocolate, brillante por el sudor, con cara de no haber superado el corte mínimo en los test de inteligencia, y una pistolita propia de Buzz Light Year en la mano, nos da el alto. Procedemos a orillarnos y antes de que nos alcanzara, le digo a mi marido:

-Creo que estabas a punto de sacar el pie por delante del coche, guapo-

-¿Tan rápido iba?-

-Ahora verás- Y me vuelvo para advertir a los míos –Niños, calladitos que viene la policía.

-No chica –Concluye- Es por el coche.

Dicho y hecho, el brillante oficial, asombrado por el espécimen en el que íbamos montado, asoma su sudorosa cara de menso por la ventana de mi lado y le pide a mi marido la documentación. Una vez comprobada, nos enseña unos dientes tostados y manchorreados por el sarro del agua que bebe, en una proto sonrisa, e inicia su estrategia.

-¿A qué velocidad cree que iba joven?-

-No sé oficial, calculo que a unos 100 km por hora- Contesta mi marido sin darse cuenta de que un poco más adelante, hay un cartel que indica que la velocidad máxima permitida es de 80.

-Correcto, mire- Y enseña una especie de pistola láser parecida a la que sale en Toy Story. Marcaba redondita la cifra de 100. –No se si sabrá que la velocidad máxima de esta vía es de 80, más diez kilómetros de cortesía, aún se pasa en otros diez. No voy a tener más remedio que multarlo-

En un cubículo que hay entre los asientos un despistado billete de 50 pesos estaba tratando de hipnotizar al oficial.

-Pero… no hago más que acomodarme a la velocidad del tránsito, oficial. Mire no más, esos traileres van con mucho a una velocidad superior a la mía. Écheles el láser a ver-

Obediente, el aceitoso policía disparó, para comprobar, que efectivamente, superaban los 90 km hora de cortesía.

-A ver- Continuó mi marido –Párelos también a ellos.

-No puedo- Contestaron los sucios dientes del personaje –Ahorita estoy con usted. Por cierto, ¿A qué se dedica?-

Mordiéndose la mandíbula del coraje que le estaba entrando contestó –Soy agricultor-

El poli no abrió la boca, pero lo miró de arriba abajo, sin dejar de sentirse atraído por el encarnado billete, pensó – Sí güey ¿Y que siembra? ¿Orito o mota?-

Aburrido de la conversación de besugos, mi esposo, igual que mi amigo Fulano, decide ponerle fin. –Está bien, oficial. Póngame la multa y déjeme marchar-

A la bola de manteca de puerco vestida de azul, se le ensombreció el rostro –Nooooooooooooo- Pensó. -¡Error! ¡Este tipo no tiene ninguna intención de sobornarme!-

Pero, aunque de la defensa de los derechos civiles, de la ética y la profesionalidad en el trabajo, no hubiera aprendido nada en sus años de “servicio a la comunidad” (que tiene guasa), una cosa si sabía el oficial tocinero.

-Está bien joven, entonces me voy a tener que quedar con su licencia de conducir, e inmovilizarle el coche- No añadió más, pero pensó que “pa huevotes, los suyos”.

-¿Pero cómo? Sólo he cometido una falta, no un delito. Usted no puede retirarme la licencia-

-Sí que puedo –Contestó infantil- Se la retiro, y mañana, cuando se compruebe que es falta, (porque su capacidad de entendimiento se resumía a las palabras ”esa lana es mía”) pasa usted a retirarla a la comisaría de Corruptolandia. O….- Se limpió la baba blanquinosa de la comisura de los labios y continuó- ¿Cómo se le ocurre que podamos arreglarlo, joven?- Dijo mirando descaradamente a los pesitos mágicos.

-Está bien- Dijo mi marido con un enfado nada disimulado. Agarró el billete y se lo dio.

-Gracias joven. Conduzca con cuidado.-

¡Y no se le cayó la cara de vergüenza! ¡Y lo hizo en toda mi cara de incredulidad! ¡Y seguro que no fuimos ni los primeros ni los últimos de ese día! ¡Socorrooo! ¡Llamen a la policía que un oficial nos está asaltando!

La dura y cruda realidad me golpeó tan fuerte que me dejó dolor de cabeza para todo el día. Es cierto, la población mexicana no miente: la pasma, la chota, los maderos dan miedo. Se apostan en las cercanías de los lugares en los que se va a llevar a cabo un secuestro, para evitar que nadie se acerque a la escena, facilitando así el trabajo a los delincuentes. Son cómplices de extorsiones a empresarios en zonas de conflicto, silencian su boca y se muestran ineptos si comparten parte del botín. Ayudan a pasar drogas entre las poblaciones y por la frontera, colaborando de esta forma con organizaciones criminales. Sólo persiguen a ladrones y criminales si se les da su buena lanita, porque de otra forma, están demasiado ocupados exigiendo la mordida a los conductores como para dedicarse a nada.

Desde aquí mi enhorabuena a todos aquellos profesionales de la ley que cumplen con el digno objetivo de su trabajo, porque la verdad, es que entre tanta mierda, es difícil no salir pringado.





2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno...

    Bueno.

    ¿Resuelto? Pues ya está, ya pagará su deuda ese señor.
    Dicen que allá donde fueres, haz lo que vieres.

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  2. Y tú quieres que vaya yo?????
    Maríajo (mamá de Daniel Casín)

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Muchas gracias por tu opinión.